Calma cambiaria frágil. Salarios deprimidos y comercios al borde de quebrar.
La semana previa a las elecciones nacionales estuvo marcada por una fuerte intervención del Tesoro en el mercado cambiario, que implicó la utilización de depósitos en dólares en el Banco Central (BCRA). El viernes, los fondos en moneda extranjera cayeron u$s 285 millones, al tiempo que los depósitos en pesos crecieron en el mismo monto, confirmando la inyección de liquidez.
Según cálculos de la consultora 1816, al cierre de la jornada el Tesoro contaba con u$s 1.136 millones, un monto que prácticamente coincide con los compromisos en dólares que debe afrontar antes del 26 de octubre. Es decir, el margen de maniobra para nuevas intervenciones resulta mínimo.
Riesgo financiero y costo social
El aparente orden cambiario contrasta con la situación social que atraviesa la economía argentina. Si bien las ventas del Tesoro –que superaron los u$s 550 millones en la última semana– lograron frenar la presión sobre el dólar y dar respiro al mercado de pesos, el costo se siente en la calle:
• Precios en alza: los comerciantes trasladan a góndola la expectativa devaluatoria, lo que alimenta la inflación en un contexto de demanda deprimida.
• Pequeños negocios en riesgo: con ventas en retroceso y costos crecientes, gran parte del comercio minorista enfrenta la amenaza de la quiebra.
• Salarios licuados: la elevada inflación y las tasas de interés al límite reducen el poder adquisitivo de los trabajadores, que cada vez pueden comprar menos con su ingreso.
La consultora Outlier destacó que la banda cambiaria sigue moderando la volatilidad, aunque advierte que no puede descartarse un testeo del techo. Mientras tanto, la “bicicleta financiera” en pesos, con tasas atractivas y expectativas de estabilidad hasta las elecciones, absorbe fondos que difícilmente se dirigen a la inversión productiva.
Reservas en rojo y futuro incierto
El BCRA continúa con reservas netas negativas cercanas a los -u$s 5.100 millones, según Lambda Consultores, lo que limita la capacidad de respuesta ante un shock externo o una corrida cambiaria. En paralelo, la demanda de divisas por parte de particulares se disparó: desde abril, las compras acumulan u$s 15.862 millones, cifra que refleja la búsqueda de cobertura de la clase media frente a la incertidumbre electoral.
Este movimiento financiero puede dar algo de oxígeno a corto plazo, pero acentúa las tensiones de fondo: un esquema donde el crédito productivo se reduce, las importaciones se encarecen y los salarios pierden contra los precios.
Un escenario recesivo con riesgo social
En este marco, la aparente calma cambiaria parece sostenida con alfileres. Detrás de la estrategia del Tesoro y el BCRA es inocultable el consumo interno en caída, inflación persistente en un cuadro recesivo, el desempleo encubierto y la dramática situación de los pequeños comercios que sobreviven día a día.
La incógnita de fondo es hasta dónde podrá el Gobierno sostener la estabilidad financiera sin que se traduzca en una mayor desestabilización social. El 26 de octubre marcará no solo un punto de inflexión electoral, sino también económico: el desenlace puede definir si la bicicleta financiera mantiene el equilibrio o si la presión de la economía real empuja al país a una nueva crisis cambiaria y social.













