Las elecciones presidenciales en Bolivia abrieron un nuevo momento político, marcado por la dispersión y confusión de la izquierda, el cual fue aprovechado por expresiones de derecha y centro. Rodrigo Paz Pereira, exalcalde de Tarija e hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, sorprendió al imponerse en la primera vuelta con el 32,1% de los votos, dejando en segundo lugar al neoliberal Jorge “Tuto” Quiroga, con el 26,9%. Ambos disputarán el balotaje en octubre. Pero el trasfondo del resultado no es tanto un mérito propio de la derecha, sino la consecuencia de los errores estratégicos, la fragmentación y la pérdida de cohesión del Movimiento al Socialismo (MAS), que durante casi dos décadas supo ser la fuerza mayoritaria de Bolivia. Se abre un periodo de minorías.
El voto en blanco de Evo Morales
Uno de los factores más determinantes de la elección fue el llamado de Evo Morales a votar en blanco, en rechazo a la conducción del MAS oficialista ligada al presidente Luis Arce. La apuesta, concebida como un gesto de presión interna, terminó teniendo un efecto demoledor: casi el 20% del electorado acompañó la propuesta, en un hecho inédito en la política boliviana contemporánea. Ese porcentaje, traducido en más de un millón de votos, resultó ser la tercera fuerza electoral de la jornada.
El impacto fue doble. Por un lado, debilitó a la candidatura del MAS oficialista encabezada por Eduardo Del Castillo, que apenas logró un marginal 3,1%. Por otro, privó al campo popular de una base decisiva para disputar con chances el acceso al balotaje. En los hechos, Evo optó por priorizar su pulseada interna antes que preservar la unidad de un movimiento que en otros tiempos había garantizado mayorías sólidas en primera vuelta.
La irrupción de Andrónico Rodríguez
Otro dato relevante fue la candidatura de Andrónico Rodríguez, joven líder cocalero y expresidente del Senado. Su campaña, con un discurso más radicalizado y en abierta confrontación con la conducción del MAS, logró reunir cerca del 10% de los votos. Esa performance mostró que existe una franja significativa de electores populares, especialmente en áreas campesinas y juveniles, que no se identifican ni con Evo ni con Arce.
Sumados, el voto en blanco promovido por Morales y los sufragios obtenidos por Rodríguez alcanzaron aproximadamente el 30%. Una cifra que, de haber estado unificada, hubiera desplazado a Quiroga del balotaje e incluso puesto en riesgo la victoria de Paz.
De las mayorías del MAS al retorno de las minorías
El contraste con los años de hegemonía masista es notorio. Bajo la conducción de Evo Morales, el MAS logró imponerse en varias elecciones superando holgadamente el 50% de los votos, consolidando una mayoría nacional inédita en la historia reciente del país. Esa capacidad de articular a sectores campesinos, obreros, indígenas y urbanos le permitió sostener un proyecto plurinacional con fuerte legitimidad social.
Hoy, en cambio, Bolivia retorna a un escenario de minorías. Paz, el ganador de la primera vuelta, no supera un tercio del electorado. Quiroga apenas ronda un cuarto. Y las opciones de centroizquierda o ligadas al MAS se diluyen en una constelación de votos dispersos, sin capacidad de convertirse en alternativa de poder. El resultado es una fragmentación política que anticipa un próximo gobierno con legitimidad limitada y necesidad de pactos parlamentarios para sostenerse.
El rol de la derecha
Aunque Rodrigo Paz y Tuto Quiroga sean los protagonistas del balotaje, su crecimiento no debe interpretarse como un “triunfo ideológico” de la derecha. Paz construyó su caudal electoral a partir de un discurso centrista, apoyado en la figura de su compañero de fórmula Edman Lara, un expolicía convertido en influencer, que logró captar simpatías en sectores populares de El Alto y La Paz. Quiroga, por su parte, representa a la derecha neoliberal clásica, con una trayectoria ligada al banzerismo y al ciclo del ajuste de los años 90, cuya candidatura sobrevivió gracias a la dispersión de sus adversarios.
Más que un avance sólido de la derecha, lo que explica el actual escenario es el vacío dejado por una izquierda en crisis, dividida y sin proyecto común.
El fin de ciclo del MAS y la persistencia de su base social
Hablar de “fin de ciclo” del MAS no significa la desaparición de su base social. El bloque obrero, campesino, indígena y popular sigue existiendo y conserva capacidad de movilización. Lo que está en disputa es su representación política. Mientras Evo Morales busca recuperar centralidad con gestos de fuerza, figuras emergentes como Andrónico Rodríguez intentan encarnar un relevo generacional, y el oficialismo ligado a Arce aparece debilitado y sin estrategia.
El desenlace de esa disputa definirá no solo el futuro del MAS, sino también la continuidad o retroceso del Estado plurinacional que fue la gran conquista del ciclo iniciado en 2006.
Las elecciones de 2025 en Bolivia no marcan una victoria concluyente de la derecha, sino un retroceso de la izquierda por sus propias fracturas. El voto en blanco promovido por Evo Morales y la candidatura de Andrónico Rodríguez evidencian la profundidad de la crisis interna del MAS, que pasó de ser una fuerza de mayorías nacionales a un actor más en un tablero fragmentado. Bolivia vuelve a una política de minorías, con un futuro inmediato dominado por un balotaje entre variantes de derecha, pero con una base popular que sigue siendo decisiva para el rumbo estratégico del país.